lunes, 29 de julio de 2013

Líquidos Sagrados, Regenerando a la Tierra y sus moradores




     En el post de hoy, y dentro de nuestra sección de Salud Holística, queremos incluir un texto que acabamos de encontrar y  sentimos el compartirlo. Está publicado dentro del capítulo 5 del libro 'La Diosa Viviente, Mujer Medicina, Mujer Sabiduría, Mujer Chamán' y su autora es Madre Nah Kin, del linaje maya de los ahaukines. Estas enseñanzas ancestrales nos recuerdan el gran valor de sustancias naturales que manan del cuerpo de toda mujer generadora: la leche materna y la sangre menstrual.
     La leche materna.
     La conexión con el principio creador de la vida a través de todas sus multidimensiones se establece a través de los líquidos conectores de la naturaleza.
    El agua al ser un elemento receptivo captador de vibraciones es capaz en su aspecto más sagrado de mantener una conexión con las FuentesPrimordiales de la vida, con la energía más pura de la existencia que llamamos Dios. En la fase reproductiva la mujer tiene para ofrecer a sus vástagos la esencia pura del amor, del Dios-Diosa a través de su leche, la cual no es solamente un compuesto orgánico de alta calidad nutritiva sino que además es una sustancia vital que está cargada con una altísima vibración de luz y amor proveniente de los niveles espirituales más excelsos; así que, cuando la madre comparte con su hijo el néctar de su leche está compartiendo además la luz del cielo, el amor del Creador, la energía pura que nutre el cuerpo y, sobre todo, nutre el alma y le permite una clara conexión con su espíritu.





     La mujer debe recuperar este sentido profundo de su leche materna para defenderse de la falsa publicidad que le dice que el bebé sólo necesita seis meses de lactancia con el objeto de que el resto del tiempo sea presa del consumismo que las transnacionales fomentar al vender a precios exorbitantes las leches maternizadas procesadas químicamente sin importarles el daño físico, energético, emocional y espiritual que se le infringe a las nuevas generaciones.
     Al saber que la leche es un líquido sagrado de primordial importancia en todos los niveles de nuestra existencia, podemos con plena consciencia defender la postura auténticamente femenina de ofrecer la leche materna a nuestros hijos en los primeros años de su vida; es decir, lo auténticamente natural es la lactancia prolongada que llene de satisfacción a la madre que sabe que está ofreciendo un líquido de irreprochable calidad que aporta al hijo los nutrientes físicos, energéticos y espirituales que le darán el sostén para una vida saludable, plena y verdaderamente feliz.
     El flujo menstrual
     La sangre proveniente del útero de la mujer en el momento de la menstruación no es por ningún motivo un líquido de desecho o desprovisto de energía que ha de ser trtado con desprecio o rechazo; por el contrario, es un líquido conformado con los mejores nutrientes que el cuerpo de la mujer puede aportar ya que el endometrio se formó con material vital proveniente de las diferentes partes del cuerpo para: en un principio formar un nido cálido donde el germen de la vida pudiera florecer, pero cuando esa posibilidad se pierde, el líquido sigue manteniendo su capacidad nutritiva cuando sale del cuerpo de la mujer. Si en el momento que está fluyendo, la mujer comparte su energía vital, entonces a través de este líquido no sólo viaja la sustancia nutritiva sino la esencia mística del amor de la Diosa, de la presencia divina que vive en la mujer.




     El flujo menstrual es un líquido sagrado conectado con el principio inteligente de la creación y con el gran amor de Dios, así que a través de él la mujer puede bendecir, sanar, purificar; crear la medicina que cure el planeta Tierra.
     Las mujeres de la antigüedad sabían los múltiples usos que la menstruación tenía, y en sus rituales este líquido sagrado era de trascendental importancia en las ceremonias.
     En la antigüedad existía la conciencia de que la Madre Tierra necesitaba el flujo de la vida de los átomos vitales que existen en la sangre para que su núcleo de energía los absorbiera en su seno, los reactivara y reenviara de regreso como ondas de vida y prosperidad; se le fertilizaba y hacía propia para los nuevos cultivos; de esta forma, las mujeres en la antigüedad tenían la costumbre de depositar su flujo menstrual en la Madre Tierra dándole las gracias por la vida y pidiendo por la fertilidad de toda la tierra, solicitando abundancia de cosechas, en vida y en luz, y así se formaba un circuito de comunión profunda entre la Diosa Mujer y la Diosa Tierra.


 


     Cuando acaeció la gran rebelión masculina y se desvirtuó a la mujer y su aportación a la sociedad, los sacerdotes sabían que tenían que ofrecer sangre a la tierra, pero al no tener ya la disposición del flujo menstrual fomentaron la guerra para hacerse de rehenes y ofrecerlos en sacrificios dentro de los altares de los dioses; así empezó a correr sangre llamando a la fertilidad de la tierra, pero esta sangre cargada de miedo, dolor, ira y resentimiento produjo más de lo mismo, y el mundo se llenó de terror, dolor, guerras y enfermedades. El sacrificio a través de la sangre de humanos o animales no tiene la misma cualidad que la sangre menstrual ofrecida con amor y gozo, en comunión espiritual como la ofrecían las diosas mujeres desde el altar puro de sus corazones.
     Ahora sabemos que la función del flujo menstrual es importante para crear un nuevo balance con respecto a lo que queremos ver manifestado sobre la Tierra; por lo tanto, hacemos un llamado a las mujeres que tienen conciencia del líquido sagrado para que lo viertan mes a mes, en una ofrenda mística a la Madre Tierra. Pidiendo con la oración de su corazón que esta sangre que llevan los átomos de luz y de vida sea absorbida por el Corazón Cristalino de la Madre Tierra y multiplicada ilimitadamente para el bien de todos los seres, trayendo abundancia, paz y armonía para toda la humanidad, que destierre ahora y para siempre los patrones de dolor, sufrimientos, guerras, etc., a través de la gracia divina del amor compartido.

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