Este final de invierno no está helando por casa; con todo lo incómodo de llevar toda la semana lloviendo, la tierra se empapa y las plantas lo agradecen. También puedo volver antes a las tareas del jardín, dado el buen tempero de la tierra. Simultáneamente a preparar los primeros semilleros, estoy acondicionando algunos rincones del jardín. Retiro el acolchado de los pasados meses, para evitar exceso de humedad, y aireo la tierra ahuecándola con la minilaya -como un tenedor grande- para que cuando vuelva el sol pueda calentarse.
Estoy trasplantando iris, una de las plantas de flor, que junto a caléndulas y margaritas, mejor se han adaptado en esta parcela. Las he colocado en el fondo de un bancal que tiene lilos, y dos hibiscos, que pronto podaré. Delante de los lirios he colocado una línea de fresones, entre los que he sembrado espinacas. Delante de ellas, he sembrado bulbos de cebolleta blanca que encontré el otro día en el vivero de Cadalso cuando fuimos a comprar algunas flores para alegrar la entrada a la casa.
De paso, me he animado a retirar acolchado viejo y muy mojado de otros rincones junto al estanque. Es una suerte que nuestra mini área silvestre que llamamos bosquecillo, con sus apenas 40 m2, se 'coma' casi toda la materia orgánica que vamos retirando del resto del jardín. Este 10% del jardín es un auténtico desahogo para no crear basura afuera y evitar quemar dentro, además de experimentar continuamente viendo como la naturaleza te sorprende si le das mayor libertad.
En próximas semanas, voy a desmantelar el cajón de 700l de capacidad, que fue el experimento de horticultura el pasado año. No compensa todo el trabajo que requiere lo que hemos conseguido de cosecha o lo aprendido, y por otra parte, ocupa un espacio precioso justo en el rincón de descanso, y lo agobia bastante. Este año experimentaremos por vez primera con tecnología de EM, los microorganismos tan afamados. Tanto para acelerar el compostaje en montón, como para mejorar la calidad del suelo, con fertilizante líquido.
Tras el intento fallido de retomar los semilleros hace dos años, de nuevo ahora nos hemos animado. Hemos preparado dentro del salón de casa, y sobre una mesa baja que está junto a la chimenea, el nuevo 'campamento base'. Estos pasados tres días hemos sembrado 4 bandejas circulares, una con tagetes, clavel y gypsofila; dos con hortalizas (calabacín/ puerros y espinacas) y la cuarta con pimientos italianos y albahaca morada). El sustrato elegido, es compost semi-hecho cribado fino y arena de rio, más o menos 60% y 40% respectivamente. Hemos reciclado un pulverizador, que recargamos con agua de lluvia.
Hemos colocado un cristal redondo encima, y unos recortes de aislante tipo acampada para los laterales por donde metemos las bandejas. El cristal apoya sobre cinco tacos de madera. Hemos colocado entre la mesa y las bandejas: una manta eléctrica -por si hace falta aportar calor por las noches o cuando no estemos para encender la chimenea-, una colcha por estética y un plástico gordo justo bajo las bandejas.
Estamos apoyando el trabajo de germinación de las semillas con cuarzos blancos y otras piedras semipreciosas (malaquita, jaspe rojo, amatista, turmalina, crisocola..) que hemos colocado en los bordes de las bandejas, junto a los tacos de madera y sobre el centro del cristal. El toque final lo dan el termómetro en el centro del espacio para vigilar la temperatura adecuada y unas flores secas con una mariposa roja, que hablan del medio natural que pronto disfrutarán las nuevas plantitas. En próximos post os compartiremos como evolucionan los semilleros en las siguientes fases.