A menudo al oír sobre el feng shui, podemos pensar que se tratan de 'recetas' exóticas para conseguir el éxito rápido, o técnicas que pueden funcionar en otras culturas pero no en la nuestra. A veces las personas se quedan en la superficie tras leer algún libro, y sólo se fijan en la decoración, en crear ambientes más armoniosos o en la colocación de un espejo o una fuente para lograr algún efecto rápido en un área de su vida.
Lo que más nos cuesta a los occidentales para acercarnos de buena manera al feng shui, sucede también con el chamanismo, la meditación o el yoga. Vamos demasiado deprisa por la vida, y casi siempre queriendo racionalizarlo todo. Nos inquieta el pararnos y sentir.. quizás intuimos que al practicar un enfoque con autenticidad, no sólo cambiaremos nuestro entorno, sino que también seremos transformados por el camino. Y eso da miedo.
De alguna manera como el caracol, allá donde vamos llevamos nuestra 'casa' a cuestas, nuestras vivencias de la casa materna y de otros hogares que nos modelaron más de lo que creemos. Hemos de balancear si aquellas son cargas o valiosos dones.
Si enmarcamos la curiosidad como algo natural en el ser humano, veremos que cuando nos embarcamos en una búsqueda, ésta puede crecer hasta sorprendernos. Así ocurre también con la práctica del feng shui. Sólo se precisa tiempo, y permitir que la vida se acerque hacia nuestro corazón.
Muchas veces es la insatisfacción con la propia vida la que nos hace estar incómodos con nuestra casa. Esta encierra demasiadas metáforas de uno mismo y de nuestras relaciones. Por eso, es fácil que descubramos con alguna sencilla práctica feng shui las numerosas conexiones que nuestra persona tiene con la vida, y como aquellas quedan registradas en nuestros espacios.
Si somos capaces de 'lidiar' con estas metáforas, entonces la práctica feng shui será un viaje provechoso. A partir de ese momento, cada experiencia consciente en nuestra relación con la casa, nos brindará también mayor consciencia en la relación con la vida.
Cualquier instante es bueno para pararnos, hace balance de nuestra vida, y de los cambios que queremos emprender. Según el feng shui, el mes de enero, cuando se activa la energía del aquietamiento proveniente del noreste, es especialmente propicio para reflexionar sobre el viaje de nuestra vida.
El sector del noreste o de la Montaña se corresponde con el final del invierno, donde la vida de los seres en la naturaleza parece haberse detenido al máximo, antes de volver a recomenzar su ciclo con la primavera, cuando en febrero la energía del Trueno nos llama al despertar. El detenerse es sabio cuando conseguimos darnos cuenta de las pautas de comportamiento que no nos brindan salud, así cuando luego podemos proceder a incorporar algún hábito de vida que realmente nos enriquezca, interior y exteriormente.
Practicamos el equilibrio de los opuestos complementarios, siempre en danza, en la medida que nos sintonizamos mejor con los ciclos naturales de la vida. La práctica sensata y sin prisas del feng shui nos ayuda a esto, nos devuelve a la marcha de los ritmos celestes y telúricos. Sentir que cada momento del año tiene su pulso y personalidad, y dejar que estos habiten nuestro hogar -a través de cambios en la decoración y de nuestros usos de los espacios-, para que nos sea más fácil crear y amar desde ahí.
Secando salvia en noviembre que luego usaremos para purificar los ambientes
y regalar a las amistades
Cualquier instante es bueno para pararnos, hace balance de nuestra vida, y de los cambios que queremos emprender. Según el feng shui, el mes de enero, cuando se activa la energía del aquietamiento proveniente del noreste, es especialmente propicio para reflexionar sobre el viaje de nuestra vida.
El sector del noreste o de la Montaña se corresponde con el final del invierno, donde la vida de los seres en la naturaleza parece haberse detenido al máximo, antes de volver a recomenzar su ciclo con la primavera, cuando en febrero la energía del Trueno nos llama al despertar. El detenerse es sabio cuando conseguimos darnos cuenta de las pautas de comportamiento que no nos brindan salud, así cuando luego podemos proceder a incorporar algún hábito de vida que realmente nos enriquezca, interior y exteriormente.
Practicamos el equilibrio de los opuestos complementarios, siempre en danza, en la medida que nos sintonizamos mejor con los ciclos naturales de la vida. La práctica sensata y sin prisas del feng shui nos ayuda a esto, nos devuelve a la marcha de los ritmos celestes y telúricos. Sentir que cada momento del año tiene su pulso y personalidad, y dejar que estos habiten nuestro hogar -a través de cambios en la decoración y de nuestros usos de los espacios-, para que nos sea más fácil crear y amar desde ahí.
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