domingo, 16 de diciembre de 2012

Agua: Invierno, huesos y propósito de vida



     En la energética china se considera al agua la energía del origen; por algo, se afirma que la vida comenzó en el agua. A partir de Noviembre, ya notamos como los días se han acortado notablemente. La fuerza vital de la naturaleza se ha replegado hacia el interior de la tierra, bajo suelo, y al exterior observamos la desnudez y el avance de la quietud y el silencio. Se acerca el invierno. Las criaturas saben que es la hora de recogerse e hibernar. En las culturas nativoamericanas la poderosa medicina del oso nos habla de la cualidad de la introversión, de recogernos en nuestra cueva para cultivar el silencio, para valorar lo esencial en la vida.
     Hemos de aprender a equilibrar los períodos de acción hacia fuera con los de recogimiento y repliegue. El invierno, la estación del agua, nos invita a vaciarnos y a conectar con el gran misterio. Si en los meses de otoño, el agostamiento de la vegetación, la cosecha de frutos y la caída de la hoja van jalonando el camino que conduce a quedarse con lo esencial, ahora nos paramos.
     Decía un gran hombre de las praderas, Cuervo Loco, que el poder del espíritu nos pide vaciarnos y entregarnos, llegar a ser unos "huesos huecos" que podamos ser vitalizados e insuflados por el Gran Espíritu. Así, en la próxima primavera, seremos capaces de renacer e iniciar un nuevo ciclo vital,  renovados y ligeros.




       En la naturaleza, el agua siempre busca seguir su curso, fluyendo entre los distintos relieves y paisajes, adaptándose o erosionando. Es persistente y valerosa en su empuje contínuo, rumbo hacia la mar eterna.  Asimismo, nosotrxs hemos de aspirar a asumir el viaje consciente y gozoso de nuestra vida. Para ello, es necesario que, cíclicamente, abracemos los períodos de oscuridad y reposo.
      Que tengamos el valor de parar, cual muerte simbólica, donde aligerar cargas, lamer heridas y posar experiencias. Es, durante estos períodos oscuros del largo invierno, cuando forjamos los cimientos sanos de nuestra existencia. El recogimiento en el hogar y la disminución de compromisos sociales favorece la interiorización que precisamos para entrar en el manto del silencio.

      Son momentos propicios para la ensoñación, y también para hacer balance de lo vivido. Es normal que en invierno nos apetezca dormir más, y también que evoquemos enseñanzas antiguas. De alguna manera, necesitamos abrir la puerta del inconsciente profundo para refugiarnos en el paisaje más íntimo de nuestra alma, y así descansar, y regenerarnos.
     Durante esta etapa podemos llegar a sentir la hondura de la vida pulsando en nuestro interior, como entonando viejas canciones. El recogimiento se presta a que reflexionemos como llevamos nuestro camino de vida, y cuanto nos alejamos a veces de nuestras aspiraciones genuinas. Es fácil despistarse en medio del tiovivo de relaciones, y de los desafíos que van surgiendo casi sin querer. Puede parecer que la vida nos llevara de aquí para acá a su antojo, y sentirnos sobrepasados por las circunstancias, o desterrados del propio ser.



     Un buen fuego de chimenea, o tareas manuales tranquilas, practicar música también, nos ayuda a entrar en el reposo invernal. El cultivo de la meditación es otra manera de adentrarse en uno mismo, dejando que la respiración profunda y rítmica relaje tensiones, y nos guíe hacia el territorio indómito del Ser. Esa zona salvaje, como los paisajes polares, donde se requiere valor para permanecer en ellos. A cambio, le experiencia nos enriquecerá insospechadamente, colmándonos de paz y fuerza.
     Se dice que dentro de nuestros huesos anida el poder vital, el aliento del espíritu. Muchos ancianos cuando ven vaciarse de sentido y propósito su vida, experimentan 'tontos' accidentes que quiebran sus huesos, como reflejo de un alma fracturada hace tiempo. Quizá hayamos de preguntarnos si, por no haber parado a tiempo, lo acumulado pasa gravosa factura. Si al ignorar estos necesarios retiros cíclicos, nuestra actitud confiada y de aprecio a la vida se ha ido agotando hasta desaparecer.
     Sirva como reflejo esta poesía de Jamie Sams:
      ¿Derrotado por la edad?  Sus viejos huesos crujían/ y su paso era lento,/ pero su sonrisa era luminosa./ Su mente era afilada/ y su voz era amable;/ su porte era un verdadero deleite.            El mundo había cambiado/ en los inviernos que ella conoció,/ pero cargaba ese peso con orgullo./ Compartía su sabiduría/ y traspasaba su bondad,/ usando su amor por la vida como guía.                  No se rendía ante el tiempo,/ usando la vida como su escenario./ Buscaba la alegría de cada mañana,/ y nunca fue derrotado por la edad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario