miércoles, 22 de enero de 2014

'Al menos una vez en la vida, toda persona debería recibir una ovación, porque todos vencemos al mundo'

 






"Al menos una vez en la vida, toda persona debería recibir una gran ovación, porque todos vencemos al mundo" August Pullman
 
     A menudo las personas se marcan retos inalcanzables, y no porque un reto lo sea sino porque al perseguirlo uno huye de su propio corazón. Por mucho que ganemos en habilidades y recursos, si nos vaciamos de compasión hacia la vida, las metas se hallarán siempre lejos. Necesitamos conocer en esencia de que trata la vida, y eso sólo puede hacerse desde un estado de paz y reconocimiento hacia todo lo que nos rodea.

 
 
 
 
 

      Primero, lleguemos a sentir que la vida siempre está de nuestro lado, incluso en medio de las experiencias más incómodas, que están ahí para corregir algo en nuestra expresión vital. Estos 'correctivos', sean accidentes o conflictos, nos obligan a pararnos para reconducir la dirección que llevamos. Podremos empezar a apreciar entonces que cada situación es perfecta para quien la está viviendo, no la juzguemos pues, y sepamos estar sin hacer mucho ruido en medio de ese escenario que por lo que sea nos llega en un momento dado.
 
 
     Segundo, no demos por supuesto que lo que ocurre o vemos es lo que parece. A menudo, el significado de una experiencia es profundo y complejo, no pretendamos racionalizarla, estamos en ella plenamente, dejando que nos nutra y nos modele. Tal vez así podamos sentir qué mensaje concreto necesitamos recibir.
 
 
     Es como cuando leemos durante unos días un libro, sumergiéndonos en una historia de vida paralela a la nuestra, e inevitablemente mezclándolas, como los sueños nocturnos con la vigilia activa. Al leer también soñamos, quizá para encontrar una trama suelta con la que aprender a tejer mejor el 'Sueño' que llamamos nuestra vida. Esa historia leida es un viaje a otro lugar, desde donde poder contemplar nuestra vida con observación desapegada; pero es bien real, porque puede emocionarnos y movernos el corazón más que mucho de lo que ocurre en la vigilia cotidiana.
 
  

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