Nuestra amada Madre Tierra, durante milenios de milenios fuera del tiempo de los humanos, se fue embarazando de seres maravillosos, todas sagradas. Entre ellos, el reino mineral, que vino de los primeros, nos otorga sanación y belleza, ..y lo hace desde su vibrante silencio. En todas las culturas nativas, usados en ceremonias y rituales, honrados por mujeres y hombres sabios, y en las últimas décadas más masivamente para ayudar en el despertar de la especie humana, la gente mineral, y entre ellos los luminosos cristales, forman parte del amoroso regalo de Gaia para la humanidad. Ellos han sido y son el vehículo de la voz silenciosa de la Madre para ayudarnos a recordar nuestro origen real: unidad con el resto de los seres. Y cada vez que nos acercamos a ellos con respeto, y ralentizamos nuestra mente lo suficiente, siempre nos dan melodías sanadoras. Es cuestión tan sólo de permitir abrazarnos en el dulce silencio de nuestro ser..
Somos niñas y niños bien amados para Gaia, la Tierra en viaje a estrella que siempre desea nuestro mejor bien. Respetando el cumplimiento del libre-albedrío, ella ha tenido que aceptar las equivocaciones humanas, en forma de numerosos ataques a la naturaleza, esa presencia de lo sagrado en todo lugar. Las canteras existen para favorecer la especulación en la construcción, al igual que la explotación con el negocio de los cristales para la nueva era. Esos juegos humanos están ahí, no lo podemos negar. En cada uno de nosotros ha de nacer desde lo profundo del corazón, el sentimiento compasivo que, primero, pida perdón a todos los seres por las consecuencias de nuestros actos que dañan, y después se ofrezca a compartir su sabiduría con el ejemplo de lo vivido en cada día. Aunque nos pueda parecer que el granito de arena que podemos aportar sea poco para invertir la cadena e maltratos.. Gaia sonrie y canta con cada humano que despierta e inicia la vuelta a casa, al vientre materno.
..Y en el vientre materno, tantos abuelos cristales moran, y salen a la luz del día para compartir dones con quien acepte recibirlos. Cuentan que, entre los primeros en llegar, hace ya tanto tiempo, se encuentran el cuarzo ahumado (maestro de sabiduría) y la septaria, roca fósil, (y gran sanadora). Ambos, son cristales bien apreciados en mi vida, y en especial el cuarzo ahumado, desde hace dos años es fiel compañero de numerosas vivencias. Siento que ha contribuido a favorecer mi consciencia de la conexión con Tierra, y ha fortalecido mi capacidad de arraigo en medio de tantos cambios. No es casualidad que llegara hasta mí, y varias veces, a partir de llegar yo hasta nuestro actual hogar, y echar raíces físicas, que se consolidan con la reforma física de la casa en 2008 y la creación del jardín de este lugar, Tiyoweh Yul.
La septaria, apareció súbitamente el 2011, coincidiendo con la experiencia de El Camino a Santiago, y para mí es una piedra que me recuerda la peregrinación de mi alma, y la necesidad de aprender a 'soltar lastre' pero también que mis imperfecciones forman parte de mi realidad, y eso está bien.. que yo también porto grietas en mi interior y en mi vieja historia. Su mundo de tonalidades marrones, bien aterradas, me sugiere la cercanía de la tierra, y su juego de tonos claros y oscuros me susurra la canción eterna del yin y el yang siempre buscándose, encontrándose y alejándose.
Cuenta de ella Nina Llinares que 'la septaria es uno de los cristales de sanación más materiales y arraigadores que podemos utilizar; sin embargo, también nos aporta coherencia a nivel espiritual, nos sirve para estar enraizadas, con los pies en el suelo a la hora de realizar una visualización o una terapia regresiva. Si la utilizamos a nivel ornamental, dejandola a la vista donde pasamos gran parte del día, su vibración permitirá realizar una limpieza áurica tanto de nuestro campo bioenergético como de las plantas y objetos personales'.
Todo un regalo esta primera tarde en la asociación RAÍZ en Casavieja.. gracias Elena por tu amistad y tu proyecto, que disfrutes esta semana de los abuelos cristales y que la labradorita te susurre antiguos misterios, Un abrazo de corazón.
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