Desde hace años, disfruto de un lugar bien agradable en pleno centro de Madrid, el Hamman de baños árabes de la calle Atocha (junto a Jacinto Benavente),.. una escapada en el tiempo a otra época, que todavía mi cuerpo recuerda y mi alma anhela.. más empecemos la historia. Es un relato que nos lleva a siglos atrás, a jardines llenos de encanto, y a canciones de agua, llenas de historias..casi olvidadas.
Puedo afirmar, con algo de rubor, que la experiencia del Hamman al principio me sorprendió, profunda y también entrañablemente.. dejar que lo explique. Uno va buscando relajarse y parar el exceso de velocidad de la vida moderna.. y sí, eso sucede, ¡y qué alivio! Soltamos cargas y pesares, ya desde el momento que entramos al vestuario. A solas, estando en el recogido vestuario mientras nos desnudamos, casi sin saberlo, empezamos a quitarnos capas y corazas, para permitir que la experiencia nos regale bienestar y quietud.
Cuando empiezas a bajar la escalera hacia el hamman, caminas hacia el encuentro del agua.. y también, aún sin saberlo, hacia lo profundo de ti.. al entrar en el espacio, la penumbra ambiental nos predispone al recogimiento y al descanso. El diseño arquitectónico del lugar, con sus techos bajos y abovedados, y el sonido del agua, recuerda a la calidez del cobijo del útero materno, rodeado de protectoras aguas nutricias.
A continuación, el juego cambiante de las temperaturas en las diferentes albercas de agua templada, fría y caliente nos hace experimentar sensaciones directas e intensas. Seguimos viajando de la mano del agua, y su memoria ancestral, que nos conoce porque nos habita en cada célula. Nuestro cuerpo se va relajando, y poco a poco la mente va posando y..
..cuando la mente se silencia, la musica de fondo del hamán, hermanada con el agua y el lugar, nos va contando viejos relatos, que son tanto de uno mismo como de la humanidad.. esos relatos evocan el linaje de nuestros sentidos, y lo que dentro del agua vamos sintiendo es experiencia gozosa de unicidad.
Hay veces cuando estoy en el haman, como ayer, -y si el silencio de las otras personas lo propicia (gracias, ayer eramos poca gente)-, que la memoria del agua me anima a moverme cual delfin en océano, fluido y libre, y juego con el agua, y dejo que ella juegue conmigo. Así, siento aflojar mis tensiones, y puedo descansar mejor.
Esta experiencia de libertad, en medio del recogimiento femenino que el agua nos brinda, también es propiciada por el juego de luces ambientales y de penumbras suaves. Es un elemento visual que favorece la interiorización necesaria para disfrutar de esta experiencia de relax y viaje interno de la mano del agua.
El haman también te ofrece la posibilidad de recibir un masaje en medio o al final de la sesión del baño. Las dependencias recogidas donde se ofrece este servicio, ayudan a que continue la sensación de relax y confort. El masaje con guante de crin, sobre todo por como te echan el agua y te enjabonan, no sólo es recomendable, sino especial.
Lo agradable de recibir el masaje va unido a la sensación de vulnerabilidad que se siente al echarse en una camilla y dejar hacer sobre el propio cuerpo. ..cuando conseguimos abrir al otro parte de nuestro espacio interno, entonces el masaje multiplica el valor del bienestar que el agua nos da, y el hamán se crece...

Desde la propuesta más formal del feng shui, cada uno de los 5 sentidos nos conecta con las 5 energías feng shui -las cinco estaciones de la naturaleza- y nos regala poder conscienciar que tenemos desbalanceado en un momento dado pra vivir a gusto.Llevado esto al espacio del Haman, vemos como.. el agua está tan presente que el fuego exterior se recoge cual luz de penumbra o vela, y así el fuego de nuestro espíritu se hace presente. La madera, hija del agua, se reconoce en el movimiento del agua, bien energético, así como la poderosa y silente energía del metal la recibimos a través de arcos, techos abovedados, aromas sensuales esenciales y..
..nuestra amada tierra, el sagrado quinto elemento que lleva a la unidad en el feng shui y en la vida nos canta en medio del material cerámico que construye el hamán, pero también del descanso que experimentamos, o del 'encuentro' tan fructífero con uno mismo que el mundo del agua nos hace posible. También la tierra se revela en las formas cuadradas, los colores 'tierra' y sobre todo, que cuando sales a la calle de nuevo, te sientes más cerca de la gente, de sus historias y te ries, te sientes más humano. Y al llegar a casa, en tu hogar, parte de tu ser te sigue susurrando la belleza del jardín florido que se esconde bajo las aguas vivas del hamán. ¡Que os aproveche la visita!
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