La actual crisis que está calando hondo en los cimientos de
nuestra sociedad nos invita, nos obliga, a reflexionar con sinceridad. No es
sólo una crisis económica, o social. Y es más que una crisis de valores. O
mejor dicho, ¿qué significa esto de forma concreta? Porque, hoy en día, ¿a qué
damos valor las personas? Y más allá también, ¿nos responsabilizamos de cómo
vivimos, y del precio que estamos pagando?
Recogiendo una cita
de Raúl de la Rosa en su libro ‘Geobiología. Medicina del hábitat’: “Uno de los mayores problemas con que se encuentra la medicina preventiva
es la escasa disposición que muestran la mayoría de las personas a hacerse
responsable de su propia salud, esperando encontrar remedios a sus síntomas o
trastornos –provocados en muchas ocasiones por unos hábitos inadecuados o un
entorno agresivo- y poder seguir actuando y viviendo de la misma forma. Son
escasos los que realmente quieren cambiar y, por tanto, sentirse bien y vivir
plenamente, sin restricciones fisiológicas..”
El autor escribió
estas líneas hace 20 años, y en estos momentos son más esclarecedoras que
nunca. Nuestra sociedad se consume en una frenética huida hacia delante. Ahora
que los mercados financieros nos afirman alegremente que el dinero se acaba, y
que el ciudadano medio ha de financiar las vacas flacas de los pastores
adinerados, la bendita crisis económica nos obliga a todos a mirar hacia la
madre naturaleza.
No nos queda más
remedio que rebobinar, y empezar a respetar las leyes naturales, comenzando por
apreciarlas dentro de nuestra dimensión cuerpo-mente. Esto significa aceptar la responsabilidad activa por la autogestión de la propia salud. Si las personas no se
solidarizan con ellos mismos, poca esperanza cabe para cuidar el medio ambiente
o a las gentes menos favorecidas, y para no caer atrapados en las redes de la sociedad de consumo.