domingo, 3 de febrero de 2013

Jardinería Natural: Redescubriendo la naturaleza



     El arte de cultivar jardines es tan antiguo como la humanidad. Desde el momento que las personas comenzaron a concentrar sus hábitats en ciudades, empezaron a alejarse del medio natural. Los jardines surgieron como ese trozo de terreno 'arrancado' a la salvaje naturaleza y recreado en medio de la seguridad privada del hogar. La historia y estilos de los distintos jardines va paralela a la evolución de la historia de las civilizaciones humanas.
      El placer experimentado por conseguir que ese trozo de tierra domesticado nos de frutos, flores y aromas, entre otros productos y placeres, es inherente a la cultura humana. Un jardín nos recuerda que pertenecemos a la tierra, por mucho que queramos aislar a ésta entre muros de cemento y solados de hormigón. Incluso una pequeña terraza, con un par de frutales enanos en macetones, unas jardineras de hermosas margaritas o caléndulas y unos tiestos con perejil y albahaca aromáticos, nos devuelve a la infancia en el terruño rural, y a aquel lejano pasado salvaje de nuestra especie, cuando vivíamos en los bosques. Empecemos el relato por ahí..
    Hace mucho, mucho tiempo, nuestros lejanos antepasados habitaban los bosques; eran una especie más, en armonía con el resto de criaturas, a veces frágiles, a veces poderosas y depredadoras. Imagino que más allá del hallazgo del dominio del fuego brotaron experiencias que comenzaron a marcar las diferencias con primos primates y parientes animales más lejanos. Gradualmente, el humano al erguirse sobre sus pies empezó a contemplar el paisaje natural que le rodeaba de manera distinta, y con el tiempo sus experimentos le llevaron a la conquista, al dominio del medio natural.. y más tarde a su destrucción. Luego..



      ..hace bien poco, vino la ecología y nuestra necesidad de reconectarnos con la naturaleza perdida. A mediados del siglo XX, cuando creíamos bien enterrados los horrores de la 2ª guerra mundial, y llevados de la mano de un optimista desarrollismo económico, donde el progreso tecnológico parecía poder suplantar a las antiguos diosas de la naturaleza, surgieron en masa las segundas residencias y sus aburguesados jardines. Necesitábamos desestresarnos del ruido y la contaminación, y encontrábamos sosiego en las nuevas alfombras de césped, los parterres de flores y los cuadros de hortalizas, bien limpios y ordenados.
     Nací en 1963, dentro de una clase media bien acomodada, y como el piso de la ciudad se quedó corto, mi padre retomando el testigo de la casa de mi abuelo paterno en el pueblo, pasó a engrosar las filas de las numerosas familias con 'chalet' y parcela. Más allá de múltiples contradicciones y desvaríos -caravanas de época, sin autovías, incluidas- crecí cerca de pringosas jaras, encinas recias  y olorosos pinares, y siempre estaré agradecido por la cercanía de la naturaleza que modeló mi personita. A veces cuento la anécdota, cuando siendo un chaval, le pedí a mi padre encargarme de un trozo de jardín, y no me dejó. Si bien podría haberse frustado una brillante carrera de jardinero, sólo la llenó de deseo.. y de espera.
     Mi padre, buen ingeniero y enamorado de la cultura alemana, tenía a raya pulcramente toda la parcela mientras ideaba planos y obras varias con los que entretenerse, achuchar a los obreros de turno, y darnos trabajo físico al resto de la familia. De mi madre, heredé el amor por las flores: caléndulas alegres, brillantes y esplendorosas siemprevivas de tacto casi artificial, jacintos olorosos, extraños ageratos y tantas otras.. que fueron poblando el imaginario de un niño, tal vez muy sensible para la época y necesitado de recuperar la cercanía de la naturaleza salvaje. Entonces lo ignoraba,  y en medio de estivales riegos a manguera, desherbajes 'esclavistas' y una relación de amor-odio con el fronterizo seto de arizónicas que nos separaba del mundo, fui creciendo desgarbado y entre introvertido y de fuerte carácter a rachas, como el viento serrano.
     Unos cuantos años después, marchado ya mi padre al reino de los espíritus, cuando madre se decidió a vender la parcela, era una cuenta pendiente el sanear el jardín, adecentarlo y favorecer una venta digna. Fue más fácil de lo que nunca imaginara mi madre, y nunca se sabrá si algo influyó la tierra agradecida a esos cuidados y a esa despedida sentida. Entre mis saltos por el mundo de los 22 a los 42 años, numerosos lugares hicieron un digno papel de institutriz francesa, para que el novicio empezara a palpar su sueño jardinero más cercano.. en otroño de 1994, la vida me regaló una experiencia de extasis en medio de un jardín en el centro de Alemania.
      No podía ser de otra manera, así saldaba parte de la cuenta con el legado paterno y.. aquella mañana mis tripas de manera intensamente presente cobraron vida propia. El abrazo de la naturaleza en medio de un terreno que no era ni salvaje ni jardín, y más que ambos, rompió antiquísimos circuitos dentro de mi mente, y despejó el camino preparándome para iniciar una relación gozosa con el mundo de las plantas y sus moradores, bichos y microorganismos varios, cual prolífica red de parientes que me surgían desde infinitos rincones.
     ¡Ay, la permacultura!.. ¡Perma..qué! ¿Me lo repite que es eso? Ya lo enseñaba Fukuoka: ´Y si dejamos de hacer esto, ¿qué pasará?, y si prescindimos de esta labor agrícola o aquella sofisticada técnica, ¿qué encontraremos? y si renunciamos a.. Entonces.. ¿Para qué tanto complejo diseño permacultural?, ¿Para qué esa necesidad de organizar conscientemente flujos de lo que sobra en un lado del jardín-huerto o finca con lo que falta en otra parte? Una vez más, lo sabroso de la vida, se rodea de misteriosas paradojas.
     De momento, y para finalizar este primer artículo, nos quedaremos con la propuesta de David Holmgren: 'Observa e interactúa'.. y yo añadiría: sueña, siente y deja que tus sensaciones te hagan viajar bien lejos.. hasta el centro de la tierra, enmedio de tu corazón!


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