jueves, 18 de abril de 2013

Autogestión de la salud y sociedad de consumo

 
 
 
 
     La actual crisis que está calando hondo en los cimientos de nuestra sociedad nos invita, nos obliga, a reflexionar con sinceridad. No es sólo una crisis económica, o social. Y es más que una crisis de valores. O mejor dicho, ¿qué significa esto de forma concreta? Porque, hoy en día, ¿a qué damos valor las personas? Y más allá también, ¿nos responsabilizamos de cómo vivimos, y del precio que estamos pagando?

    Recogiendo una cita de Raúl de la Rosa en su libro ‘Geobiología. Medicina del hábitat’:  “Uno de los mayores problemas con que se encuentra la medicina preventiva es la escasa disposición que muestran la mayoría de las personas a hacerse responsable de su propia salud, esperando encontrar remedios a sus síntomas o trastornos –provocados en muchas ocasiones por unos hábitos inadecuados o un entorno agresivo- y poder seguir actuando y viviendo de la misma forma. Son escasos los que realmente quieren cambiar y, por tanto, sentirse bien y vivir plenamente, sin restricciones fisiológicas..”

     El autor escribió estas líneas hace 20 años, y en estos momentos son más esclarecedoras que nunca. Nuestra sociedad se consume en una frenética huida hacia delante. Ahora que los mercados financieros nos afirman alegremente que el dinero se acaba, y que el ciudadano medio ha de financiar las vacas flacas de los pastores adinerados, la bendita crisis económica nos obliga a todos a mirar hacia la madre naturaleza.

    No nos queda más remedio que rebobinar, y empezar a respetar las leyes naturales, comenzando por apreciarlas dentro de nuestra dimensión cuerpo-mente. Esto significa aceptar la responsabilidad activa por la autogestión de la propia salud. Si las personas no se solidarizan con ellos mismos, poca esperanza cabe para cuidar el medio ambiente o a las gentes menos favorecidas, y para no caer atrapados en las redes de la sociedad de consumo.
 
 
 



     En medio de este panorama, ahora agradezco y valoro mucho que la vida me llevara hace justo 30 años (con 20 recién cumplidos) a iniciar el viaje de mi autogestión de la salud, que luego fue seguido por el de la ecología profunda y el crecimiento personal, con yoga, permacultura, etc..
 
 
 

    Se trata ni más ni menos de vivir con orden, que no significa austeridad monacal. Es más bien el caos gozoso que existe en los hábitats salvajes de la madre naturaleza. Ellos respiran un orden interno, que posibilita infinitas conexiones espontáneas de vida apreciando vida en medio de tantas criaturas diferentes, minerales, vegetales y animales. Nosotros no hemos inventado ni mejorado la vida, como mucho estamos aprendiendo a dejar de ensuciarla y dificultarla.

     No obstante, no caigamos en el juego de la culpa, pues bloquea y no da comprensión ni motivación para mejorar. Seamos pragmáticos y busquemos la puerta de salida al embrollo. Respiremos y entonemos, para encontrar la buena senda desde la alegría serena. Sólo nuestra imaginación creativa unida al amor cuidadoso nos va a sacar de esto.

      Y ha de hacerse. Y en cada individuo, ¡y desde el libre albedrío!.. aunque el ego atrincherado en las enfermas comodidades de la vida moderna se resista a abandonar su madriguera llena de olorosa mierda. No le demos más importancia,.. el ego siempre se resiste a algo, es su historia.

    Como dirían los chinos antiguos (y otras culturas nativas) necesitamos elevar nuestro nivel de energía para la vida diaria. Y esto significa salud. La verdadera salud no es ausencia de cuadros agudos o crónicos de enfermedad. Además, ésta, como la muerte, son grandes maestras de la vida, en el viaje por la Tierra. Y han de ser honradas.

    Volviendo a Raúl de la Rosa, un poco más adelante añade:      “Largos años de experiencias e investigaciones en el campo de las radiaciones y de la geobiología en general han permitido establecer que existen distintos factores que limitan y reducen el nivel energético del organismo. El primer y más importante elemento de riesgo es la modificación de la radiación cosmotelúrica, seguido de la contaminación electromagnética artificial, de la pésima calidad del aire que respiramos en nuestros hogares y ciudades, del ruido, de una alimentación inadecuada –compuesta de productos demasiado refinados y muchas veces tóxicos, cuando no cancerígenos-, sin olvidar la contaminación química en los hogares, los productos de limpieza, los tejidos artificiales o tratados químicamente, las pinturas y barnices tóxicos y los hábitos nocivos”.

       Estando de acuerdo con Raúl, y aun llevando ya 25 años (la mitad de mi vida) como practicante de numerosos temas de la llamada ’salud alternativa’ (otra guasa), he de reconocer que la vida es casi siempre paradoja que no perfección. Dejar que me explique. Llevo ya casi 8 años viviendo en una casa reformada de los años 70, nada bien construida, y con orientación  que no da apenas sol, eso sí junto a bellos naturales parajes.  Aunque todavía pernocto una docena de noches fuera por el otro curro, intuyo que desórdenes cosmotelúricos habitan entre nosotros (lo correcto es lo contrario, ellos llegaron antes).

     Para más inri, que se decía antes, hemos embellecido parcela y jardín a base de cemento radiactivo y pinturas tóxicas, dado el poco acceso todavía a materiales más sanos (uno también se deja llevar de las inercias habituales). Con todo, tratamos de cultivar nuestra pequeña cuota de soberanía alimentaria, y además colaboramos con un grupo de consumo local de alimentos ecológicos o naturales. También hemos echado una mano en el experimento del CSA Barrio Tiétar de La Adrada.
 
 

    Eso sí, en el dormitorio nada de aparatos eléctricos, y me agacho por debajo del escritorio de la sala de estar, para desconectar el wi-fi alterador antes de irme a dormir. Por otra parte, en estos 8 años he tratado de generar la menos basura posible. Casi me lesiono una mano pues me pasé cortando a tijera la arizónica para quemarla en chimenea o compostar en el  jardín al principio de vivir aquí.

    Este año, estoy contento porque hemos regalado el excedente de ceniza de la chimenea a amistades, para sus huertos. ¡Y eso que inauguramos la segunda chimenea! Con todo, aún gastando más leña, el gasoil se ha reducido al mínimo, sólo para el agua caliente. Y todavía tenemos llenos los depósitos del jardín de la tormenta del seco año pasado.

    En mi experiencia hemos de fijarnos en cuando sumamos y no tanto cuando restamos, sin rayarnos mucho, y agradeciendo que se nos permita mejorar la relación con el medio ambiente, y conscienciarnos mejor para contribuir menos con la explotación de personas en lejanos países. Tratamos de elegir bien lo que compramos, lo usamos con gozo y siempre que podemos lo prestamos o regalamos tras finalizar su vida útil con nosotros: libros, discos, ropa..

    Volviendo a la salud del entorno en casa, estamos a ver como solucionamos el hacer la toma de tierra. Ya que cuando un amigo nos regaló la reforma eléctrica, esto quedó pendiente. Cada trabajito de mejora en casa es un pequeño y valioso avance hacia la salud personal. Ya nos dice el feng shui que la casa es la metáfora del ser, ¡y qué cierto!

      Vamos a plantar hortalizas en unos días, justo antes de ir a trabajar a Biocultura en Barcelona con el proyecto ‘Oro de los Andes’ la próxima semana. Podéis consultar los artículos de la mesa y el cajón de hortalizas ya publicados.

     Esta mañana estuvimos entretenidos trasplantando y saneando macetas por casa, los aguacateros recibieron una reconfortante ducha tras un largo invierno (ellos vivían en el todavía desangelado invernadero a finalizar). Los oréganos y el tomillo recibieron con alegría a las dos albahacas recién trasplantadas, y a unas hierbabuenas que venían del jardín para vivir con las otras hierbas culinarias junto a la cocina.
 


    Lleno de alegres flores naranjas de caléndulas canta el jardín, y a la espera de que estallen las lilas, el blanquísimo durillo parece una novia enamorada que llama a gritos a las abejas. Y ¡por fin! Han anidado dos sapitos en la pileta del ‘bosquecillo!.. que pueda ser para quedarse.
 
    Un abrazo. Se nota que nací en mayo florido.
 
 

    

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